DE LA SEX A LA SHOP
Vanessa Ortega.
En
la tienda Moulin Rouce, una de las escasas tiendas
de sexo que comúnmente llaman “Sexshop”
que existen en Cartagena, era
evidente la ausencia de clientes. Juan
Esteban, el administrador de 27 años, con su acento
paisa me dio la
bienvenida. Al parecer no me recordaba, yo había ido solo un par de veces con alguna
amiga de la cual el quedó flechado.
¿Hola cómo estás? le
dije ¿te acuerdas de mí? Sí, como no me
voy a acordar de usted. Pero su mirada me decía lo contrario. –Dime la verdad,
no pasa nada si no me recuerdas. Me miró en silencio. Continuó y enfatizó ¡Qué
sí me acuerdo de usted! Pero sus ojos intentaban detectar y encajar mi rostro
con alguien. Me dijo: Es que vea, aquí viene mucha gente y uno se confunde. No
importa, respondí.
¿Qué se le ofrece?
-En realidad nada especial-
Me detengo en el
único y pequeño estante lleno de frascos rosa, azul celeste, con llamas
ardientes y más. ¿Para qué son? Le pregunté, mientras me inclinaba a verlos.
-Pues son lubricantes, retardantes… vea pero siéntese, me dijo.
Mientras tomo
asiento, se sorprende y me dice: ¿Usted es la amiga de Margi?
Tenía razón, él no me
reconoció sino hasta ese punto. Se ríe y me dice -Ella me dejó de hablar, me dijo que no la
molestara- En realidad no la he visto desde hace mucho tiempo, respondí. Su
mirada fue vaga cuando le pregunté porque ella diría algo así. Se sacudió y me
dijo, ¿Ella no le ha contado? No, respondí – Bueno entonces esperemos a que le
cuente ella-.
Lo cierto es que
Margi me había contado, que una vez los dos salieron, el se emborrachó y le
armó un escándalo porque ella no accedió a tener relaciones con él. Luego de
eso comenzó a llamarla todos los días y acosarla, desde ahí ella cortó todo trato con
el joven paisa.
Después de un
silencio engorroso entre los dos y mientas Juan Esteban colocaba en su
computador “We have you been” de
Rihanna para amenizar el lugar, Continúe mirando lo que estaba exhibido. Las
paredes eran de color violeta, el ambiente olía
justo al “sexy Little things Noir”
de Victoria Secret.
La zona estaba
dividida en dos secciones; en la primera, donde me encontraba, se podían ver los
maniquíes que exponían toda clase de
lencería, disfraces y trajes de colores fuertes. El más llamativo era
uno de corazones con tiras negras, sin duda, ese serviría para resaltar las
zonas más erógenas de la mujer.
Me vuelvo al pequeño
estante donde se encentraba toda clase de lubricantes entre esos; fríos, calientes
y comestibles; condones de colores, sabores y aromas; aceites, perfumes con
feromonas; estrechantes vaginales y dilatadores. Reponiéndonos a la explicación
tomó en sus manos un frasco de vidrio con un líquido amarillo pálido, y dijo –
Este es para hacer masajes, es un aceite corporal, y es súper excitante. Su
tono de voz y mirada cambiaron, eran más insinuantes que cuando me recibió.
No presté atención
y tomé un catálogo que reposaba sobre el sillón de terciopelo azul,
ahí habían más productos, -Puedes encargar lo que quieras- me dice Juan Esteban,
quién comenzó a preguntarme, que si alguna vez había tenido sexo fuera de lo
común. No, le respondí, o no lo sé ¿Cómo es sexo fuera de lo común? -Con
extraños, con varios extraños, con extrañas
¿Quizás Ganbang? Dijo mientras conjugaba su mirada con una sonrisa en el
estante donde colocaba nuevamente el frasco de aceite.
¿Ganbang? Dije
extrañada mientras me paseaba por la lencería de encajes. Era la primera vez
que escuchaba ese término. -Sí ya sabes, mira eso traduce sexo en pandilla, o
sea que si has tenido sexo con cinco o más hombres, respondió Juan. Sobreponiendo una pequeña tanga roja sobre mi
jeans le dije.- Creo que no, y reí.
Juan ama mucho el sexo, dice que ¿acaso a quién
no le gusta?, quien diga lo contrario es mentira o tendrá algún problema
psicológico, dice, mientras sonríe y me
observa de pies a cabeza. Me recomienda
un disfraz que curiosamente es el de corazones y enfatiza. -Ese le debe quedar
muy bien a usted- sonríe y entierra su cabeza nuevamente en el estante para
simular organizar pequeños frascos en
la vitrina.
Juan se acerca a mí y
comienza a mostrarme más lencería, hasta que pierde su compostura de asesor y
se suelta a contar el día que una de sus novias se le disfrazó de enfermera.
Para él eso fue lo mejor, más que excitante. Parce me monté en la película,
decía. Me sentía grabando porno. Su
primera vez fue a los 18 años. Tarde, -me dijo- porque él tenía amigos que
desde los 13 años ya habían experimentado eso tan rico. Entonces mi primera vez
fue con una pelada mayor, toda una experta. Yo me enamoré de ella, pero
imagínese yo todo un culicagado, esa vieja se abrió. Desde ahí empecé una vida
sexual muy activa
El paisa respiró
profundo perdiendo su voz en el vacío. Se repuso y siguió ¿tú te consideras
adicta al sexo? Sin dejarme ni siquiera responder el continuó: Yo sí me
considero adicto, es que luego de que la
pelada mayor me dejará yo quedé como
sediento o mejor dicho todo alborotado y hasta ahora yo podría tener sexo hasta
tres veces por día, he contado con
suerte y lo he hecho; es muy delicioso.
Se detiene y vuelve
al computador a colocar otra canción anglo. Yo aprovecho para preguntarle por
la novia. Dice que desde hace dos meses no tiene, pero eso no es impedimento
para no tener sexo. A las mujeres costeñas no se les puede ir sometiendo de una a todos los juguetes y
variaciones del sexo, eso es lo malo, porque son aunque no parezcan muy
recatadas. Creen que si utilizan ciertas cosas, -por ejemplo esto y me señaló
una brasilera plateada con apliques y plumas- ya son perras o algo por el estilo. Por eso yo
las voy preparando, eso es despacio hasta que uno las convence de que eso no tiene
nada de malo. Poniéndote el caso de mi “ex”, ella era muy tímida y tenía que saberla
llevar. Algunas piensan que soy morboso, pero en realidad no, es que no hay
nada de malo experimentar más allá de lo que se sabe. Es más, mi “ex” ahora viene a la tienda a comprar sus
cositas, después de que era toda penosa. Dice.
¿Y cómo las convences? Es que bueno uno les
habla, y les dice que no es bueno la monotonía y cuando ven el kit a muchas les
da curiosidad ¿El Kit? - Sí, yo tengo un
kit en mi casa que tiene un poco de cada
cosa, dilatadores, multiorgasmicos y lubricantes es que le confieso, lo que más
me gusta es el sexo anal y lo que más me excita es ver y oír gemir de placer a
una mujer, por lo que implemento consoladores.
Juan me invita hacia un pasillo mantelado con velos dorados y rojos
que nos condujo a un salón con toda clase de juegos sadomasoquistas. Era ver lo
que E. L. James describe en su trilogía
Cincuenta Sombras de Gray, como el Salón Rojo. Esposas, mordazas, látigos, suspensiones,
vibradores desde los más pequeños a los más grandes; de vidrio, de fibras, de
plástico, en fin, todo un mundo de
productos lujuriosos. El salón rojo tenía vitrinas de pared donde bajo llave, se
encontraban juegos sexuales como, cartas, dados, películas, chocolate caliente,
inflables, anillos vibradores y hasta un clonador de pene.
Se detiene y me muestra un estuche metalizado.
Mi kit casero es algo parecido a esto, aunque el mío, contiene juegos también,
dice. Dentro de él, alcance a ver vibradores, aceites, retardantes, lubricantes
fríos y dilatadores. ¿Ese kit lo llevas
a todas partes? -No, solo ando con esto. Juan me muestra un manojo de llaves, y
me pregunta ¿Qué crees que es? Y de
inmediato él mismo responde, mira es un vibrador de lo más pequeño y ¿te doy un
dato? Entre más pequeño más placentero.
El sitio de atrás era
más sorprendente, era tener toda la utilería de una película porno. Sin duda la
ilusión que todo masculino querría
experimentar en una mujer. Juan montó esa tienda con la idea de que los
cartageneros se abrieran al sexo y
disfrutaran más. Cuando él llegó a Cartagena pidiéndole trabajo a uno de sus
primos que trabaja en una empresa aduanera, esté le propuso que montaran un
negocio y como resultado dio luz a Moulin
Rouce. Dice: Es que en Medellín estas tiendas son normales sumado a que a
nosotros nos gusta pues el sexo…Ahh parce este era el negocio ideal. Nos ha ido
bien, yo aprendo más porque me toca ver cómo funciona cada artefacto o producto
pa´ poder enseñarles a los clientes.
Él se concentra
asumiendo su posición profesional de ver cuidadosamente las películas, para
asegurarse de que no estén averiadas. También uno que otro día por las noches invita a alguna amiga a que lo
ayude a probar ciertas cosas, como por ejemplo los consoladores DP – doble
penetración- . Dice que estando allí él se controla, los que no, son los
clientes que llegan a comprar. Una vez, cuenta, una extranjera me pidió que le
mostrara un consolador y mientras me
distraje, la joven se masturbo gimiendo a tal punto, que los clientes que
estaban en la parte delantera se sorprendieron. Los productos que más se venden
son los dilatadores y quienes más lo compran son las parejas homosexuales. Lo
cierto es que estoy contento, dice, el sexo es mi vida y que más que trabajar
en lo que a uno le gusta.
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