DE LO JUSTO Y NECESARIO
Vanessa Ortega
Un salario mínimo que solo le alcanza a un colombiano para las necesidades básicas. Un mínimo que no tiene derechos a gustos ni superación.
“Ganaré 484.500 pesos, incluido el subsidio de transporte, así que según mis cuentas no puedo gastar más de 150.000 por mes en el arriendo. El resto de mi sueldo lo destinaré para los buses y la comida. ¿Me sobrará dinero? ¿Unos 120.000 pesos para darme gustos los fines de semana? Algún helado, las cervezas, una película, una discoteca, la vida. El lujo de ser un soltero sin hijos que gana el sueldo mínimo y no tiene la obligación de enviarle dinero a su madre”. Así distribuyó el escritor Andrés Felipe Solano, su salario mínimo hace aproximadamente 7 años, después de aceptar el reto propuesto por la revista Soho de sobrevivir en Medellín con los $484.500 establecidos por el Gobierno, como el salario justo para los colombianos.
Desde entonces parece ser que nada ha cambiado, y ese es el reto que asumen los trece millones de habitantes que devengan un salario mínimo legal para poder vivir en este país, habitantes aquejados porque, año tras año el Gobierno expide un decreto basándose en la inflación del país, para determinar cuál es el porcentaje indicado que aumente la base del salario ya establecido, y que aun así, es como si no le aumentaran nada.
Como “miserable” clasificó Julio Roberto Gómez, jefe de la Central General de Trabajadores (CGT), el aumento del salario mínimo para este año, donde el Gobierno decretó un porcentaje de 4,02% que equivalen a un aumento de $22.779 pesos sobre la base establecida el año anterior correspondiente a $566.664 esto quiere decir que el salario fijado para los colombianos durante el 2013 será de $589.500 pesos.
Roberto Gómez expresó que el reajuste es un castigo al consumo de la población que devenga esta remuneración, ya que con cada aumento, crecen los precios de la canasta familiar y así exageradamente todo lo básico. Cómo lo escribió Andrés Felipe en su crónica para Soho “Seis meses con el salario mínimo”, eso solo le rinde a una persona que no tenga obligaciones alguien que solo gaste en sí mismo. Pero y mientras tanto ¿qué pasa con las cabezas de familias, esas que deben responder a las necesidades de sus hijos? ¿Esas que viven con menos del mínimo? ¿O esas que son explotadas por lo “miserable”?
Así como se gana…
Tal es el caso de Nilxa Alvarez, que a sus 41 años trabaja en una ferretería como asesora de ventas, no estudió nada profesional, técnico, o tecnólogo, está allí porque la conocen desde hace 20 años, cuando trabajaba haciendo el aseo en la casa de la señora teresa, quien es la suegra del dueño de la ferretería.
Nilxa vive en el barrio La Candelaria, en Cartagena, dice que su hija estudio para casarse, que vive con ella, su nieta y su yerno, y que es él quien la ayuda con los gastos de la casa, aunque ahora está sin trabajo. Lo que se gana es prácticamente lo que se gasta, dice que la luz, en su barrio la cobran por “carita”, unos pagan 10 mil,
otros 15, y ella paga 25, dice que es injusto, pero que le toca pagarlos porque no es de pelear. Los demás servicios vienen bien, dice. Que el resto del dinero lo toma para la comida y pagar las deudas.
Lo que hace con el resto del salario, es un misterio, dice que no sabe, cree que no hay resto y que si alguna vez lo tiene estará en la próxima quincena, se ríe. Ella sobrevive porque se ha hecho fuerte, siempre ha trabajado dice que aunque sabe que el salario mínimo, es mínimo, le da gracias a Dios que sin ser nada, tiene así sea eso. “la vida esta cara y yo trato de hacérmela barata” expresó Nilxa.
Por eso asigna un poco de dinero para hacer el mini mercado, los jueves cuando ponen todo a mil en un supermercado, ese el Surtimax, “Así me bandeo hasta que llegue el próximo pago. Mi hija vende Bolis, no es mucho lo que se gana, pero eso siempre desembolata el día”. Comentó
Sin Lo Mínimo.
Si bien vemos que las personas se mantienen con los ahora $589.500 y que no son suficientes, como para tener algunas comodidades, o por lo menos vivir sin deudas, también hay colombianos que logran vivir con menos de eso.
Yeismi Machacón, tiene 38 años, vive en La María y es empleada doméstica de medio tiempo. Tiene un salario mensual de $250.000 mil pesos, o sea $125 mil pesos quincenales, de los cuales, gasta en productos de aseo personal, que compra una quincena sí y otra no, los gastos de mensualidad de su hijo Ángel de 3 años, que está en la “Guardería Mayito”, en la cual paga 5 mil pesos mensuales. Su otra hija estudia en el María Reina, ese es de monjas y público.
Paga 30 mil pesos en arriendo, por ser un terreno de la hermana de su esposo, Elkin. Él vende pan en un triciclo y le lleva 10 mil pesos diarios, con los que compra 500 de manteca, 1 lata de atún, arroz menudeado, un plátano, 500 de salchichón, un tomate y una maggi, que es para el desayuno y la cena, por eso siempre deja 3000 mil pesos para que sus hijos almuercen en la casa de su abuela. No hay derecho a jugo, porque si compra para eso se descuadra el día.
También tiene deudas, dice que son necesarias, sin ellas no tendría nada de los electrodomésticos que decoran su casa. Aunque por ser estrato cero, no paga muchas cosas, esta mujer se las arregla para vivir con menos del mínimo, aspira a ganarse un poco más, por eso el año pasado validó su bachillerato y está pensando en estudiar modistería para poder incrementar sus ingresos mensuales así sea a un salario mínimo.
Explotación mínima.
Así como se considera injusta la cifra del salario mínimo, así de injusto es el trato que muchos empleadores le dan a los trabajadores, explotación laboral, horas extras sin remuneración, exceso de las horas legalmente establecidas entre otras cosas.
Evelin pacheco, terminó una carrera técnica en el Colegio Mayor de Bolívar. Actualmente trabaja como auxiliar administrativa en una tienda de decoraciones. Tiene 22 años de edad y aún vive con sus padres. Entra a laborar a las 8 de la mañana,
todos los días de la semana, cuando la contrataron le dijeron que la hora para el almuerzo, era de 1 a 3 de la tarde, de las cuales en realidad solo tiene media hora, porque por algún motivo a Evelia, dueña de la tienda, no le gusta que los empleados salgan a almorzar, dice que primero es el trabajo. Su jornada finaliza a las 8 de la noche, pero si Evelia considera que debe quedarse, la hora de salida se extiende hasta las 11 de la noche.
Evelin hace de administradora, auxiliar, y asesora de ventas por un salario mínimo. Tiene que trabajar para colaborar con los gastos de su casa. No ha descansado desde hace 15 días, dice que está agotada, que ya no tiene vida social. Hace unos días recibió una llamada, donde le dijeron que debía presentarse a una entrevista de trabajo, ella está emocionada, cree que todo será mejor que la tienda de decoración, lo único que le preocupa es en qué momento hará la entrevista, aunque ya ha planeado enfermarse para que le puedan dar así, una forzosa mañana libre.
Se dice que los gastos siempre van a ser conformes al salario que se esté ganando, pero en cada una de las historias expuestas, sobre familias y personas que viven con un salario mínimo, las que luchan a diario para sostener las bases económicas de sus hogares y que muchas veces soportan abusos laborales, para no entrar a competir ese 10.4% de los colombianos desempleados, podemos observar a personas, capaces, llenas de soluciones, y que de una u otra manera se acostumbrar a un modo de vida socio-económico establecido por el Estado, donde no hay derecho a gustos ni a preferencias, ellos simplemente se las ingenian para ser felices con lo justo y necesario.
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